Nos levantamos, y después de arreglar las
maletas, pues era nuestro último día en Sevilla, almorzamos de nuevo en la
Alameda. En Sevilla, no vale la pena coger el desayuno en el hotel, por mucha comida que os puedan poner en el buffet, en cualquier bar te puedes pegar igualmente un atracón por menos de lo que te cobrará el hotel.
Después de unas tostadas con tomate y jamón york, bajamos de nuevo dirección a la
Giralda, pasando por la calle Sierpes, la conocida calle peatonal y comercial de Sevilla… Donde hay de todo, cafeterías, confiterías, tiendas de ropa, relojerías.... Siguiendo hasta el final de la calle te encuentras con el ayuntamiento.
Llegamos a la Giralda, y
puesto que no había mucha cola, decidimos entrar, y no dejarlo para más tarde. Al fin y al cabo era nuestro objetivo de hoy, entrar a la Catedral de Sevilla.
Subimos hasta arriba del campanario,
primero hay que subir por 35 rampas, y para acabar hay solo 17 escalones. La verdad es que se agradece, ya que subir rampas en vez de escalones cansa mucho menos!
La torre de la Giralda tiene una altura de 98.5 metros, 104 con el giraldillo, pero el mirador hasta donde nosotros subimos está a unos 51 metros. Desde el mirados, se obtienen unas buenas vistas a 360º de la ciudad.
Al bajar de la Giralda, decidimos ir a picar alguna cosa de comer y así ir haciendo tiempo hasta que llegase la hora de volver.
Volvimos a dar un último paseo por el barrio de Santa Cruz, en el que cada vez que pasas descubres algún rincón nuevo.
A media tarde volvimos a por las maletas al hotel y vuelta a casa...
Ya casi no recuerdo los años que hace que no voy a Sevilla y leyéndote me han entrado ganas de volver. Además de que cuando fuimos nos quedamos sin subir a la Giralda y parece que las vistas merecen la pena! Un saludo!
ResponderEliminarHola Laura!
EliminarMe alegro que te hayan entrado ganas de volver a Sevilla leyendo el post. La verdad que a veces hacemos grandes viajes fuera de nuestro país y nos olvidamos un poco de lo que tenemos aquí...
Saludos,